La compañía pasó a llamarse entonces Danza Contemporánea de Cuba (DCC), pero su espíritu intrínsecamente cubano sigue hoy intacto. Alrededor de 60 bailarines proceden de la Escuela Nacional de Arte. Después de bailar con DCC, algunos de ellos han pasado a formar sus propias compañías experimentales más pequeñas.
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DCC, bajo la dirección de Miguel Iglesias, proporciona a sus bailarines unas oportunidades excepcionales, pero también les supone unos excepcionales esfuerzos. Además de la disciplina física que requiere un régimen agotador de ensayos, Iglesias valora ante todo la espontaneidad y el intelecto de los bailarines y las bailarinas. "La gramática de la danza, las palabras de la danza, su movimiento," explica Iglesias, "pero una coreografía tiene que tener una idea central, una intención. Tenemos que proporcionar a las bailarinas y los bailarines los medios intelectuales para convertir esta técnica sofisticada en el lenguaje de la danza."

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En DCC no dejan de aparecer caras nuevas, algo que Iglesias considera otro de los logros de la compañía: "Nuestro enfoque siempre es fresco. Cada nuevo miembro trae consigo nuevas experiencias, sentimientos, intenciones, etc. Son caras y cuerpos jóvenes, algunos muy jóvenes, pero siempre tienen un talento excepcional. No todos ellos llegan a ser estrellas, pero intentamos asegurarnos de que cada cual desempeñe el papel correcto."

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